En
principio las plantas no necesitan de la poda. En la naturaleza las plantas
viven y se perpetúan perfectamente sin necesidad de ella. Nosotros las podamos
para que se adapten a nuestros gustos o necesidades: para que den más flores o
más bonitas, fructifiquen más, tengan una forma o tamaño determinado, no sean
peligrosas, etc.
Por
lo tanto toda poda persigue un objetivo y para conseguirlo, la poda tiene una
serie de técnicas adecuadas, unas son generales y otras concretas según la
especie, fenología, estado, etc. Se comprende pues que no se debe podar por
podar ni tampoco hacerlo si no se conoce la técnica adecuada para ese fin y esa
especie. Es mejor no podar que hacer una mala poda.
De
hecho, en general, la poda no es beneficiosa para la planta. Al contrario, los
cortes son heridas por donde pueden entrar parásitos y agentes infecciosos. Y
no hablemos de las podas mal hechas, por ser a destiempo o por eliminar
demasiado volumen de la planta. Tan solo la eliminación de madera muerta y la
supresión de partes enfermas o dañadas pueden considerarse como claramente
beneficiosas para las plantas.
Las
plantas ornamentales, a las que se refiere en todo momento este tema, son
plantas que cultivamos por valores generalmente estéticos, por ello su poda
puede diferir bastante de la poda de otros tipos de plantas, tales como los
frutales de producción o los árboles maderables.
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